domingo, 1 de abril de 2018

La Casa de la Alegría






Gouache sobre cartón y trozos de corcho





La Casa de la Alegría está en medio de un huracán de verano que eleva largos velos suaves de colores, enganchados en chimeneas, antenas y tejas, ondeantes contra el Sol y bailando con el Viento.

En la Casa de la Alegría se suben las escaleras de tres en tres y estamos siempre medio borrachas. Él hace la cena y nosotras los hijos, y los pies siempre van sucios de un sitio a otro porque los zapatos sobran.

La Casa de la Alegría está en una montaña verde y el vecino nos ha visto haciendo el amor en el jardín. 

Ella estaba tomando el sol en la tumbona amarilla y yo le ponía crema, empezando por los pies, sin mirarla a los ojos, hasta que se ha echado a llorar. Entonces la he abrazado, y cuanto más la abrazaba más lloraba y se agarraba a mí. Su cuerpo temblaba pálido y blando contra el mío y la he empezado a besar. Toda su boca húmeda contra la mía, y mi mano ha ido directa a su coño cerrado mojado abultado suave impoluto. El llanto ha parado y sus ojos se han abierto, tranquilos. La he vuelto a besar en la boca, y luego en el coño que se ha abierto, tranquilo.

Ha aparecido él y se ha indignado. Quédate a mirar o fuera de mi vista, le he dicho. La he vuelto a mirar a ella, que estaba confusa, y he empezado despacio de nuevo, cuando he notado que él se acercaba. Se ponía, desnudo, a los pies de la tumbona, y empezaba a follarme en el momento en el que el bebé ha empezado a llorar, dentro de la casa. Para cuando yo cruzaba el jardín (y saludaba al vecino, que nos ha visto) ellos ya estaban follando y ella lo abrazaba y decía su nombre sorprendida y feliz. Me he quitado el velo morado y lo he lanzado al viento y ahí se ha quedado, ondeando con los otros que casi me lleva volando, celebrando la alegría de esta casa.

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