sábado, 8 de octubre de 2016

Equilibrada



Grandes ventanales por los que entra el sol y, en cada habitación, un tipo de suelo diferente: baldosas rojas, baldosines blancos y negros, acogedora madera, moqueta color azul...

Unos vecinos ruidosos que hablan demasiado alto y encima sólo dicen gilipolleces. Un baño que a veces huele mal. Unas humedades en la pared del fondo que suben hasta un precioso techo con vigas vistas desiguales, cubierto de tejas rojizas que filtran.

Tenemos una gotera. Las cataratas del Niágara. Ha nacido un tomatito en el jardín y esas flores van a echar más. Las cucarachas salen a pares. A TRÍOS.

Bajo por la escalerita de piedra que con la lluvia se cubre de babosas hasta el jardín, para tomar un colacao con Claire sentadas en sillitas que se hunden en la tierra blanda y nos proporcionan ángulos lejos de la verticalidad.

La moqueta otra vez está sucia y nadie ha comprado papel. Pero han puesto clínex.

Huele a pollo frito. A lentejas. A salchichón recalentado en microondas. Huele a curry.

Potencial para ser una maravilla y para caerse a cachos. Está equilibrada.

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